Resiliencia es un término que se escucha con bastante frecuencia últimamente. En estos tiempos de crisis, donde el progreso ha quedado en tantos campos arrinconado en el cuarto trastero de las cosas que un día usaremos, las nuevas palabras que ocupan el trono tal vez sean cambio y regeneración. Y resiliencia, de algún modo, va ligada. En física define a los cuerpos que resisten la rotura por golpe. Según Boris Cyrulnik, el psiquiatra francés que la puso de moda en sus libros, ser resiliente, fuera del sentido estricto de la física, “es la capacidad del ser humano para reponerse de un trauma y, sin quedar marcado de por vida, ser feliz.”
Dice el autor de Los patitos feos que los niños desarrollan esta capacidad sobre todo durante los tres primeros años de vida, y que es muy favorecida por unos buenos lazos afectivos que los llenen de confianza. Aunque la resiliencia se puede trabajar a cualquier edad, demostrándolo así con el trabajo con grupos de enfermos de Alzheimer que realiza en Marsella. Los lazos afectivos permiten a la persona interiorizar que fue amada en el pasado, y que por tanto es digna de ser amada y podrá encontrar otra oportunidad en el futuro para desarrollar una vida con significado.
Además de una base afectiva sólida en la infancia, para que la resiliencia pueda darse la persona que ha sufrido el trauma necesita de la expresión para recuperarse. La herida cicatrizará lentamente, pero para que además se puedan construir nuevas realidades esperanzadoras la persona tiene que encontrar espacios de afecto, un entorno amable que permita reanudar el desarrollo. “Sólo entonces el patito feo podrá llevar una vida de cisne, hermosa y frágil a la vez, porque nunca podrá olvidar su pasado de patito feo. Sin embargo, una vez convertido en cisne, podrá pensar en su pasado de una manera soportable”, cuenta el Cyrulnik en el libro.
Etimológicamente viene del latín resilire que literalmente es “volver a saltar”, y se puede traducir por “retractarse”. Es la capacidad que tenemos para rehacernos tras un trauma, para desarrollar nuestra vida de forma feliz pese a la adversidad. Para volver a saltar.
Lourdes Carmona