Corrían los años setenta. Diversas familias ilicitanas se conocieron para aunar aliento y cambiar un sector apartado de la sociedad. Con determinación y horas de dedicación nacía Aspanias, y ya no habría marcha atrás. Y sus fundadores tenían nombre además de inquietudes, entre ellos: Pepe Climent “El Trinca”, Roque Sepulcre, Tarí, Manuel Romero y Juan Carmona (que me perdonen si me dejo a alguien). Todos tenían en común un hijo especial, además de ser padres que se sabían merecedores de mayor y mejor atención, pero sobre todo integración, sabían de la importancia de integrar a sus hijos en la sociedad. Entonces llegó el vértigo en forma de múltiples viajes y papeleos.
Imagínense, para los que somos considerados “niños de la Constitución” el amplio abanico de nuevas oportunidades que despuntaba en el horizonte, pero, ¿y para los pequeños y adolescentes con Síndrome de Down o con algún grado de minusvalía o parálisis cerebral? Sé que para estas familias incluso era complicado salir a pasear con ellos sin evitar la mirada crítica de los viandantes. Sí, mirada crítica por “sacarlos a pasear”, por hacerlos visibles. Cuesta creer. O incluso la dificultad de las múltiples barreras para aquellos que usaban silla de ruedas. ¿Qué sería de ellos? ¿Habían hecho algo mal?
Entonces todas estas familias de mi ciudad decidieron cambiar el futuro de sus hijos con mucha ilusión y con la esperanza de nuevas oportunidades de integración y aceptación.
Llegaron nuevos proyectos como la puesta en marcha de una imprenta en la calle Capitán Alfonso Vives de Elche, allí trabajaron personas a las que nadie ofrecería un contrato de trabajo. A su vez dos quioscos, uno en el parque municipal de Elche y el otro en el Paseo de Las Eras de Santa Lucía atendidos por jóvenes en edad laboral y supervisados por un familiar. Querían demostrar que eran capaces de servir a los demás en una sociedad que los mantenía a la sombra. Nadie los emplearía pese a ser personas con plenas facultades para tomar responsabilidades y ser independientes, felices. Ellos y sus familias luchaban por la dignidad.
Lideraban con el ejemplo y la perseverancia, no se conformarían con el reconocimiento sino con su lugar en la ciudad. Y convocaron una marcha multitudinaria pacífica que recorrió el centro de Elche, cientos de familias de toda la provincia caminaron juntas para demostrar que eran muchas personas pidiendo una oportunidad y subvenciones. No eran pocos y no era la procesión de las antorchas de Lourdes. Lo sé porque estuve allí, acompañando a mis padres y hermano Jacob, porque para mí era Jacobín, y para los demás un niño con pocas expectativas al ser paralítico cerebral y no ser capaz de expresarse verbalmente, pero Dios quiso concederle el don de la empatía a través de sus ojos.
La apertura del Bingo Aspanias supuso una fuente de ingresos adicional a esta asociación que recibiría un porcentaje de su recaudación. Cada peseta fue destinada a mejorar las posibilidades de estos niños y adolescentes. Entonces, con el ayuntamiento de Elche mediante, se inaugura el centro de día en Jubalcoi, y por fin para Santi, Pascual, Ángel, Santiago, Duli, Ana y Jacob llegó un centro para su bienestar y estimulación en distintos grados.
Sus familias estaban convencidas de su dignidad, cada acción tenía un fin, la unión hizo la fuerza.