Le preguntaron a un maestro de ajedrez cómo distingue qué niños llegarán más lejos que otros en este deporte. La respuesta, decía él, puede parecer un poco extraña:
“Cuando tras unos días terminamos un torneo y volvemos a nuestras casas, al llegar al aeropuerto lo veo claramente. En esas horas de espera el chico que esté haciendo algo relacionado con ajedrez es el que llegará más lejos. ¿Por qué? En esas horas poco mejorará su nivel, pero lo que demuestra es pasión por el juego, y eso es lo que le permitirá ganar en el futuro.”
La pasión es un arma cargada de futuro, parafraseando casi a Gabriel Celaya. Porque es la principal energía que nos hará trabajar en las buenas y en las malas, cuando nos vayan bien las cosas nos impulsará a seguir mejorando y cuando vengan mal dadas nos hará levantarnos con redoblados esfuerzos. La pasión es de naturaleza espiritual y tiene mucho que ver con nuestra esencia, y con la razón de nuestros deseos.
En la vida cotidiana muchas veces nuestras pasiones quedan relegadas a un segundo plano, ya que gran parte de nuestro tiempo lo pasamos trabajando. Primero debemos plantearnos si lo que hacemos es lo que nos gustaría hacer, para después buscar la forma de cómo ganar dinero con lo que de verdad nos encanta hacer. En ese “cómo” caben muchas variables; tal vez necesitamos mejorar nuestra formación en ese ámbito para aprovechar al máximo nuestro potencial. O podemos enfocarlo como un trabajo a tiempo parcial que nos reporte algún beneficio para el bolsillo y enorme satisfacción personal a la vez.
A veces he podido comprobar sorprendida cómo una persona que parecía insegura e introvertida en una conversación sobre cualquier cosa charlando con amigos de repente se convertía en alguien de personalidad arrolladora cuando le preguntabas por “su tema”, por su pasión, ese terreno en el que la persona se siente segura y realizada. Lograríamos grandes éxitos en nuestra vida si fuésemos capaces de sentirnos así gran parte de nuestro tiempo.