No sé a quién, pero seguramente esté plagiando a alguien si digo que para aprender lo mejor es leer, viajar y conocer gente nueva. En realidad son conceptos entrecruzados, pues leer es un viaje a experiencias ajenas que no viviremos pero que nos enriquecerán casi tanto como si las hubiéramos vivido. Sobre todo si quien escribe es un buen escritor, sabrá mostrarnos situaciones, reflexiones y emociones tan reales que supondrán un gran aprendizaje. Y viajar y conocer gente nueva son dos acciones que van de la mano. También se ha dicho que un lugar es la gente que allí conoces. Generalmente nuestros recuerdos más buenos sobre una época de nuestra vida son junto a un grupo de gente que en un momento dado, y de forma inesperada, se juntó y se frecuentó, creando amistades duraderas en el tiempo.
Para crear un plan de vida, uno de los pilares para el progreso debe ser el aprendizaje continuo. He mencionado estos tres caminos, pero aprender es un estado de curiosidad permanente. Un modo de alerta ante las cosas. En este punto tenemos un filón en la actitud de los niños. A parte de la capacidad del cerebro infantil para el aprendizaje, está la inmensa y limpia curiosidad sobre las cosas. Y también sobre las personas, a las que preguntan con una sinceridad cercana a la grosería. Y este es un buen punto, pues es sorprendente de qué personas se desprenden perlas de sabiduría si uno está atento en la conversación.
Semanas atrás, en una cena de amigos, conocí a un hombre realmente muy callado. Parecía estar en “Modo avión”, en una actitud similar a la desidia. No entraba mucho en las conversaciones, sin embargo vi que era correcto y parecía escuchar lo que se decía. Mi sorpresa fue su cambio de actitud al entrar a hablar de un tema que conocía. Al hablar de lo que conocía se volvía alguien con un discurso parco en palabras pero interesante. A partir de ahí tiré del hilo, le pregunté sobre su vida, dónde vivía, si se vivía bien ahí… Hice preguntas sobre su profesión, era zapatero, sin pretensiones, que me dejó dos o tres frases y ejemplos que me han dado para pensar. La vida es una caja de bombones, nunca sabes el que te va a tocar (Forrest Gump).