La Central Terminal de Buffalo, de un estilo Art Deco, es un bello símbolo que ha llegado a nuestros días de los míticos felices años 20 norteamericanos. Nació en una época floreciente de los EEUU, uniendo el norte del estado con la ciudad de Nueva York. Fue un mal momento tal vez inaugurar cuatro meses antes del Crack del 29, en plena gran depresión. Pero contrariamente a esta situación durante las dos primeras décadas el edificio contempló un interior muy ocupado de viajeros.
Poco a poco los automóviles y los aviones ganaron la partida del transporte. Muchos recuerdos quedaron vagando como fantasmas. Como los de Dan Harter, que se recordaba saliendo en un tren nocturno como hombre de mantenimiento durante la guerra de Corea. O los de Ann Peck viendo volver a su marido Ambrose de la Segunda Guerra Mundial: «Yo solía venir aquí a esperarlo. El silbido de ese tren, la belleza arquitectónica del edificio… Aquí donde estamos, justo bajo este reloj, y las lágrimas empezando a empañar mis ojos».
En nuestros días se encuentra en proceso de restauración gracias a empresarios locales y habitantes de Buffalo y el oeste del estado de Nueva York. Es una larbor larga y complicada, por lo enorme del edificio, y por estar en una zona pobre del país y también pobre dentro de la misma ciudad. Sin embargo hay un grupo de gente dirigiendo la restauración del lugar, y esto ha llevado a la creación del Centro de Restauración Arts & Sciences, que tiene un impacto muy positivo sobre un icono de esta ciudad al borde de los Grandes Lagos, y sobre la propia reconstrucción de la región.
