Nuestras emociones marcan el ritmo, son el indicativo más fiable de la calidad de nuestras actuaciones y el listón de nuestras limitaciones personales. No existe en el mundo ningún dispositivo más preciso que sea capaz de medir de forma tan fidedigna nuestra resistencia al cambio. Si nuestros pensamientos generan un montante de decenas de miles a diario, sería insano tratar de controlar cada uno de ellos.
Y es cuando nos encontramos frente a un reto personal que la pregunta necesaria debería ser, ¿cómo me siento? En lugar de asumir la exigencia y dureza de la realidad. Para muchos pesimistas, el argumento más recurrente termina siendo: «pesimista, ¿yo? Qué va, todo lo contrario soy realista». Ante ese comentario, corre en dirección opuesta, la sarta de excusas está por llegar. Porque el resto será un incontable listado de buenas razones y con lógica aparente para trinchar toda ilusión. La esperanza se apagará entre sollozos y será tan insignificante que transitará hacia el olvido.
Al retomar el punto de inicio, ¿cómo me siento? La importancia de la cuestión conecta de forma instantánea con nuestra naturaleza. Esta es positiva, alegre y cree en las posibilidades. ¿Te has detenido a observar a un grupo de niños en un parque? Su visión de la realidad mientras juegan llega a ser muy divertida por esa imaginación que recrea el más de los inverosímiles escenarios. Y a menudo olvidamos esta capacidad que un día tuvimos, creíamos en las infinitas posibilidades de cada objeto. Cuando una lata deforme y oxidada servía de balón, jugábamos en los descampados, éramos felices con poco. Nuestra imaginación hacía el resto… Y sigue ahí, pide a gritos su rescate. ¿Qué llegaríamos a alcanzar si fuésemos más creativos?
Frente a la encrucijada que determina el curso del camino a través de una de nuestras decisiones. Pregunta del millón: ¿Cómo me siento? Nuestros pensamientos negativos son como las gotitas de agua que salpican sobre el quicio de la ventana durante el chubasco: mojan, calan hondo y ensucian.
Recuerda, si hoy no ha sido un buen día, mañana saldrá el sol.